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Un lugar en el mundo

Liébana ocupa un lugar privilegiado en el mundo de la cristiandad y la cultura

Más de seis meses cumplidos desde la apertura de la Puerta del Perdón de este Año Jubilar Lebaniego, en su edición número 73, y más de cinco mil peregrinos a pie, dos mil autobuses y miles de vehículos particulares llenando estos paisajes a diario, nos da una pequeña idea de la importancia del Monasterio de Santo Toribio de Liébana para nuestra comunidad autónoma.

 

Durante siglos en este humilde Monasterio, escudado magníficamente por los canales de la cara norte del imponente monte La Viorna, ha permanecido un grandísimo tesoro en su interior, ni más ni menos que el trozo más grande que se conserva en el mundo de la Cruz de Cristo, protegido por esa fuerza invisible que poseen tan solo unos pocos sitios de nuestro planeta.

 

Ese leño de Cristo, es el motivo por el que miles de personas han venido hasta aquí desde hace más de once siglos. Conocidos como Crucenos, los Peregrinos de la Cruz, entre los que se incluye San Francisco de Asís, han llegado a través de las montañas lebaniegas desde la costa, Castilla, León y Asturias, nuestras fronteras naturales.

 

Desde aquella semana concedida el 23 de septiembre del año 1512, por el Papa Julio II, reconociendo esta peregrinación y a sus peregrinos los, siglos y su paso en el tiempo, lleno de luces y sombras como las que provocaron las ruinas del propio Monasterio y sus ermitas, no pudieron deshacer lo comenzado, y muy al contrario, principalmente desde el siglo XXI, se ha conseguido aumentar las visitas y el número de fieles.

 

Aquí les ha esperado y espera el escenario de una de las historias más bellas que se pueden contar, una historia de sacrificio, amor y perdón.

 

Hoy vuelven aquellos peregrinos medievales pero despojados ya de sus simples ropajes y austeros calzados. Esas vestimentas se han convertido en camisetas coloridas, zapatillas deportivas y mochilas de buscadores del siglo XXI.

 

Porque peregrinar es buscar y buscarse, es encontrar muchos amigos en el camino, por ciento, un camino lleno de montañas que subir y bajar, para llegar al fin a este precioso y único rincón de los Picos de Europa.

 

Nuestros viajeros proceden de todos los continentes y también, como no, de todos los rincones de nuestro país. Parece que nadie se quisiera perder esta celebración, y los Hermanos Franciscanos, junto con los voluntarios de la Cofradía de la Santísima Cruz, mantienen paciencia y entusiasmo a partes iguales con la presencia de nuestros visitantes.

 

Familias enteras peregrinando con sus hijos, padres, hermanos, parejas, amigos, bicigrinos (valientes peregrinos en bicicleta), grupos de coros y danzas populares, bebes, abuelos, y mascotas, han inundado día a día, la iglesia, la plaza y el claustro con la intención de venerar el Lignum Crucis, esa reliquia que con tanto esmero y celo lleva custodiándose aquí durante siglos por los fieles lebaniegos.

 

Todavía queda mucho Año Jubilar por delante, y además el invierno nos traerá nuevos elementos del paisaje de montaña, que aquí siempre ofrece la más bella de sus facetas naturales.

Así pues, una Fraternidad Franciscana y un grupo de voluntarios de la cofradía más antigua de Europa, la Cofradía de la Santa Cruz, os esperan a todos, todos los días con el deseo de que encontréis aquí un rincón de paz y esperanza, tan beneficiosas como necesarias en nuestras vidas.

 

Queda todo el que así lo desee, invitado a compartir nuestro espacio, que de manera libre y gratuita, abre sus puertas todos los días mañana y tarde.

Texto de Marga Pereda: Responsable Oficina del Peregrino Santo Toribio de Liébana