De Montesclaros a Santo Toribio
Partimos de la premisa por la cual la vida es un cúmulo de experiencias y el viaje engloba todo. Así salimos del Monasterio de Montesclaros, simbolizando un tránsito vital que nos adentra en el camino de la vida. Subimos montañas, cruzamos ríos, pueblos y valles. Pasamos vicisitudes buenas y malas eligiendo el camino más acertado para, por fin, llegar al destino, Santo Toribio de Liébana y conseguir el perdón.
Con este viaje, acción y puesta en escena reivindicamos y apoyamos las culturas rurales, así como queremos dignificar la figura del campesino. Sin ellas la humanidad no hubiese llegado a nuestros días y difícilmente podrá resistir muchas generaciones más.
Por ello alertamos de la excesiva velocidad a la que se mueve el planeta y planteamos una reflexión sobre la importancia del mantenimiento de las actividades tradicionales, las cuales nos han demostrado su capacidad para mantener un equilibrio con la naturaleza, sin el cual no podremos salvar al planeta del galopante cambio climáticos, así como la extinción de gran número de especies.
Abogamos por las pequeñas cosas y gestos que reflejen políticas de desarrollo y medioambiente donde exista un contacto directo del hombre y la tierra.
Debemos un respeto a nuestros antecesores que supieron cincelar modos exclusivos de vida y aunar su vida tradicional con las nuevas aportaciones del hombre moderno pero reguladas por un criterio más humanista y social donde la cultura y la poesía impregnen el devenir diario de una sociedad que debe frenar y circular, al menos en ciertos momentos, a velocidad de burro y albarca. Ese burro austero y callado, muchas veces denostado y sim embargo, pieza fundamental en la supervivencia del hombre. Queremos homenajearlo y que simbolice al animal de nuestra particular arca de Noé.
Mientras viajamos afloran palabras que resuenan en la memoria y nos hacen reflexionar, orgullo, territorio, sencillez, humildad, elegancia, trashumancia…. Todas presentes en nuestra cultura y en el campesinado. Con ellas no hay metas imposibles, con las cuales podremos entre todos hacer un mundo necesariamente mejor y conseguir como alguien sabio dijo alguna vez ser hombres libres en una tierra libre.
Se han apagado los rumores, el color se hizo silencio.
Ahora las noches son tan anchas que hay mucho tiempo para recordar.
Hay también tiempo para soñar ¿Qué mirarán los ojos de nuestros hijos entre las escarcha de los campos abandonados? El sonido y la luz que antes poblaron los ribazos escapan ahora como un reguero de cenizas.
Ya no hay pastores ni zagales. El rebaño del mundo anda desordenado por los caminos. Ojos y corazones viven desencantados.
Pero aunque las trochas y senderos se están cegando, queda aún el rumbo que señala el eterno retorno. Es hora de los poetas y visionarios.
Ellos mantienen el raro fulgor de la memoria, que recrea el mundo.
Texto del post: Nacho Zubelzu