newsletter

Alto Campoo y el Kamasutra del románico por Enrique Munarriz

A los ojos primerizos Alto Campoo es un lugar contradictorio. Y tal vez sea esa su mejor virtud: ensamblar sin esfuerzo aparente mundos opuestos. Porque Alto Campoo es una elegante delicadeza, excesiva. Tiene una piel plisada de muchos años donde la Historia empalidece y ese ropaje elegante, molón, blanco, que solo luce en invierno. Está sostenido por un esqueleto que no se adivina rudo del todo y al que no le hace falta adobarse con friegas de calcio. 

Envalentonada por la seguridad que ofrece el valle abrigado, de espaldas al mar, de frente al mediodía, la estación de esquí cambia de rostro por momentos. El edifico multiusos brilla como un diamante negro en el centro. Prismático y acristalado, alberga las principales instalaciones: cafetería, restaurante, guardería infantil, oficinas, servicios médicos o alquileres, que dan cobertura a los 27 kilómetros de pistas.

La cumbre de la estación lo dice todo: Pico Tres Mares. La montaña que es el inicio de tres ríos singulares: Ebro, Nansa y Pisuerga. De manera que si una gota cae un metro al este, marchará hacia el Mediterráneo, pero si una ráfaga de viento la descoloca, su destino será diametralmente opuesto: el Atlántico. O tal vez el Cantábrico. 

 

 

En pocos kilómetros se pasa de los bucólicos pastos y valles, a las crestas y montes de recio sabor cantábrico. Todo para componer un paisaje de ensueño, que de vez en cuando, obliga a realizar una paradita en mitad de las bajadas para contemplarlo con placer. Los telesquis de Los Tubos y de La Tabla coronaron las montañas en 1965. Casi 50 años después de su inauguración, este centro cuenta con 13 remontes y sus 23 pistas.

Atraídos por el mismo halo de belleza primigenia que destila su fisonomía montañosa, miles de apasionados del valle acuden cada año por estas fechas al Hotel La Corza Blanca para claudicar ante su influjo, esa suerte de magnetismo que encandila como el primer amor. Es un acogedor alojamiento de 3 estrellas construido con materiales nobles como la madera y la piedra natural. Destaca el techo oblicuo y escarpado para que no se acumule en él la nieve, lo que dota a las habitaciones de un tragaluz que permite contemplar las estrellas.

Pero no solo de esquí vive Campoo. De hecho, este destino invernal cuenta con un variopinto retablo de opciones aprés-ski. Cuando las pistas cierran o la nieve no acompaña, aquí se viene a compartir la buena vida de su gente alegre y hospitalaria. La que mima las cepas que crecen en la pendiente, la que elabora las pantortillas con una receta de antaño o la que cuaja de manera artesanal los deliciosos quesos de vaca, oveja y cabra.

A escasos kilómetros, desde Reinosa, por la autovía en dirección Aguilar de Campoo, bajo el acero de la solitaria Colegiata de Cervatos, con el frío que hace ahora por aquí, y hasta con las nieves que suele adornar las montañas, hay unos tipos enseñando alegremente el trasero a las gallinas que picotean en los prados ateridos a sus pies; también ellas tienen frío, para qué engañarse. Y hay otras y otros cuantos más, allí arriba, entregados a las lúbricas actividades inmóviles que los más piadosos llaman eróticas.

Falos gigantescos, cópulas que dejan corto el repertorio del Kamasutra, gestos y muecas lascivos se codean, en pétrea promiscuidad, en la fachada orientada al sur de la colegiata. Cervatos, del siglo XII, es ejemplo canónico de ese estilo tenido por austero pero que, en las distancias cortas, se revela un almanaque ilustrado.

 

 

El ‘kamasutra’ del Románico lleva ocho siglos tal cual, de manera que los años han desgastado mucho sus partes impudendas; pero un buen ojo descubre en los pétreos canecillos del glorioso templo, aislados en un hermoso pueblo, algunos de los secretos gozos del arte. Hay posturas que todavía ruborizan, o al menos despiertan una carcajada, a las visitas. Dicen las leyendas locales que los motivos pornográficos son obra de una revolución de los canteros.

Habría al menos que continuar también por las altas tierras de Campoo, el Suso y el Yuso, el Alto y el Bajo, en la transición con la meseta, y trepar por los Picos y explorar, en fin, muchos otros paisajes secretos de esta comarca. De dentro y de fuera.

 

27/11/2012Blog4 min

Compártela !